Cuando existe una sociedad, que venera la telebasura, que idolatra a los nuevos “popstars” fabricados en serie, que rinde culto a la desfachatez, al mal circo y al ridículo, que se quita el sombrero ante los más kitsch y que corona, con cardo borriquero en vez de laurel a sus princesas. Es el momento de preguntarse: ¿Queda alguna duda, de qué ser un “Integrado” es la posibilidad a descartar de forma automática, frente a la de ser un “Apocalíptico”?
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